domingo, 9 de septiembre de 2012


Culpa

Son las 7 de la noche del lunes y contrario a lo que es costumbre, no estoy recostado en mi cama viendo televisión, descansando del estrés de un largo de día de trabajo. Por el contrario, me encuentro limpiando; y lo hago con fuerza, con un ánimo y una energía que ni yo mismo reconozco. Supongo que la concentración en quitar la grasa del mesón de mi cocina proviene de la impotencia que me produce mi incapacidad  para limpiar mi conciencia. Por eso limpio, al tiempo que trato de escapar de la culpa que vive en mis adentros.

Todo comenzó un domingo en la tarde dos años atrás, en el que tras un almuerzo epifánico declare acerca de mi necesidad de conocer a alguien sin las complicaciones propias del amor, es decir sin el drama y  la dependencia. Así fue como caminando de vuelta de mi casa en una esquina conocida vi una cara completamente desconocida. Unos ojos azules que no paraban de observarme y que por supuesto yo no podía dejar de mirar. El duelo de miradas se mantuvo hasta el punto en que quedamos uno en frente del otro sin otra opción que saludarse como si fuéramos viejos conocidos.

Minutos después me encontraba sentado en la hierba de un parque del sector teniendo una de las charlas más entretenidas que había tenido hasta ese entonces. Era como si se tratara de una cita más, pero con la adrenalina que solo aquellos encuentros que empiezan con un “hello stranger” pueden tener. A la charla le siguió una copa en su apartamento, ubicado a tan solo unos cuantos pasos de donde nos encontrábamos. Sin embargo una copa no fue suficiente y pese al temor de empezar el lunes con una resaca monumental, varios corchos fueron penetrados por la filosa punta de acero con la que mi anfitrión abrió cada una de las botellas.

Hablamos de lo divino y lo humano, al tiempo que cada vez menos prendas cubrían nuestros cuerpos. Mientras nos besábamos acaloradamente supe de su novio que se encontraba disfrutando del verano europeo y que no volvería hasta el inicio del otoño. Esa noche no pregunte más, me entregue a los besos y caricias del extraño, celebrando que tuviera novio y poder disfrutar de el sin grandes rollos mentales.

Recuerdo la atracción de ese momento, la misma que siento ahora. Esa necesidad vísceral de acercar mi cuerpo al suyo, de encontrar puentes de conexión entre su cuerpo y el mío. Aun puedo sentir su tupida barba raspando la piel de todo mi cuerpo, la humedad de su lengua recorriéndome, la calidez de sus labios al tocarme. No hubo uno solo de mis recovecos corporales, que él no haya alcanzado, como no quedo ninguno de él en el que yo no haya estado.

Después de haber disfrutado inmensamente el uno del otro; me invito a pasar la noche con el, en su cama, la misma de su novio ausente, la misma en la que aun anhelo estar. Una propuesta tentadora a la que respondí yéndome a mi casa y afirmando que sería en otra oportunidad.

1 comentario:

Juan Reca Live dijo...

Vida mía! que hermosa descripción! Qué orgásmicas letras! qué lógicos pensares más congruentes y nostálgicos están pasando por tu mente! me encanta leerte y aprenderte a conocer a través de una pantalla! MUA!

Con profundo y cándido sentimiento!

tu amigo,

Juli