jueves, 27 de diciembre de 2007

Polo a la Realidad

En medio de la histeria colectiva de los últimos días del año, de la mano de mis mejores amigos me interné en el centro de Bogotá con el claro objetivo de comprar baratijas y chucherías. Sin embargo con el correr de las horas el plan se transformó y terminé sentado en una cantina jurásica en una de las zonas menos recomendables del centro de la capital.
Se trataba de un Bar llamado Polo, que según las referencias parece ser el primer bar gay de la capital. Contrario a otros primeros bares gay de ciudades como Cali y Medellín entre otras, no tiene la infraestructura de un bar; ni siquiera de cantina simplemente es un local que aún conserva paredes de adobe y cuyo mobiliario está compuesto por mesas y sillas a punto de desbaratarse de lo viejas y que se asemeja más a una tienda de barrio excepto por el hecho de que lo único que se puede encontrar allí es cerveza a 1.500 pesos.

Sin embargo a pesar de lo básico y rudimentario del lugar, Polo conserva su esencia de punto de encuentro para homosexuales. Una zona de clandestino flirteo para quienes a pesar de los avances en cuanto a tolerancia de la vida homosexual que ha tenido la capital, viven abstraídos de forma anacrónica manteniéndose en el gueto.

No se trata de un lugar al que quisiera volver; es más cuando estuve allí no me sentí cómodo por no ser el tipo de sitio que frecuento y por tener que soportar los coqueteos de un anciano ebrio y mueco que decía ser de ambiente con un orgullo exacerbado; sin embargo no me arrepiento de haber ido por que pude conocer la realidad de otra Bogotá tan homosexual como yo, pero tan distinta en sus códigos sociales y en sus historias de vida. Una Bogotá gay, distinta a la del desenfreno chapineruno del Theatron, del Gayrulla o el Barbietech, la realidad de tantos que viven en la sombra y que en ese salón rústico y por un rato pueden simplemente ser.

viernes, 6 de abril de 2007

Levante para dummies

Levantar, ligar, flirtear o seducir, son palabras que se escuchan regularmente en casi todo tipo de círculos sociales; sin embargo no siempre los comentarios que giran alrededor de estos términos dan cuenta de resultados positivos o exitosos en la conquista. Como todo en la vida el levantar tiene su ciencia y nunca esta de más leer algunos consejos que dependiendo de la persona y de la actitud de Don Juan que se tenga pueden llegar a funcionar.

El buen humor

La mayoría de personas coinciden en que despierta su interés alguien que logré hacerlo reír sin caer en la chabacanería y en el chiste fácil y tonto. Cuando la sutil línea entre ser divertido y payaso se cruza, las posibilidades de que el levante se haga efectivo disminuyen considerablemente, pues una cosa es que se rían con uno y otra que se rían de uno, cuando eso pasa es mejor retirarse con dignidad antes que exponerse a un inminente rechazo.

Para no caer en ese terrible error, el conquistador en primer lugar debe indagar en que es eso que divierte a esa persona en términos generales; y en un segundo, detectar que le divierte de él para explotarlo. Por ejemplo: si se sabe que le divierte verlo reír, el levantador deberá hacerlo con frecuencia pero con sutileza para no desgastar esa arma sin dejar de sacar provecho de ella. Se trata entonces de un ejercicio de mera escucha y la única persona que puede saber que es eso que le resulta divertido de sí mismo a su levante es usted mismo.

Diversificar los temas: hablar de cosas que diviertan al otro.

La conquista es un trabajo muy similar al quehacer periodístico, requiere de espíritu investigativo que le permita al conquistador indagar acerca de lo que le interesa al otro para calar entre sus gustos. Es vital convencerse de que lo más importante no es ser el más bonito sino saber explotar lo que se tiene y la palabra es un buen mecanismo para cumplir con ese objetivo.

Si la indagación arroja que esa persona gusta de cierto tipo de música, cine o lectura, la idea es poder hablar de ello; ojo no siempre los temas preferidos de la persona que se desea son siquiera compatibles con los de uno, por eso es necesario llenarse de paciencia y tolerancia para que la ligada no se de por perdida antes de tiempo. En el caso de que sus gustos no calen entre los suyos usted debe tomar la decisión de si desiste o por el contrario insiste y se da a la batalla.

Si la decisión es la segunda, no necesariamente debe mentir, simplemente debe evitar ser ofensivo finalmente son sus gustos y eso se respeta. Gran parte de todo radica en lograr hacer negociaciones, pero esas se hacen cuando ya se ha captado el interés del otro.

Concentrase en la comodidad del otro
Cuando se espera atraer al otro es necesario hacerlo sentir lo más cómodo posible cuando se encuentre a su lado. Esto es simplemente para que cuando este solo; extrañe lo que tiene cuando esta con usted.

Cuando una persona no se siente cómoda en su compañía huye prontamente y es precisamente lo que no se quiere. Esto va referido a que debe retirar el foco en usted mismo y ponerlo en la otra persona que debe sentirse complacida, debe sentir que se busca su comodidad y agrado. En la etapa de la conquista no debe imponer sus gustos, los puede nombrar y si no tienen acogida, pues que importa ceder en ello por tener el gusto de estar con esa persona que le gusta.

De lo general a lo particular

Hablar de cosas de interés general y básico nada elaborado ayuda mucho pues de lo que se trata es de encontrar la difícil sencillez, que no es más que ese punto de encuentro entre esa persona especial y usted. Para ello es importante que tenga en cuenta que un tema general, no elaborado ni denso es un buen comienzo pues le permite tener una charla más fluida que puede irse particularizando en la medida de que los dos quieran hacerlo.

En caso de que la persona a quien quiera levantarse sea un experto en algún tema que sea de su dominio, pues aprovéchese de eso pero sin exagerar, pues si le quita protagonismo usted será el único perdedor, como decían las abuelas todo en su medida.
Tenga en cuenta que tampoco es una buena idea impresionar dando la imagen de sabelotodo, pero que un buen apunte es determinante a la hora de concretar el levante. La idea es encontrar el equilibrio entre mostrarse inteligente, pero no ñoño y eso se logra midiéndose en lo que se dice. No se debe hablar más de la cuenta pues se corre el riesgo de convertirse en un fanfarrón.

La indiferencia

Tras una primera etapa de total complacencia es bueno tomar cierta distancia para no ser leído como un intenso. La indiferencia temporal le permite medir que tanta mella han hecho sus atenciones en el otro, pues de haberla hecho en menos de lo que se cree lo buscarán y usted podrá continuar siendo el mismo de siempre pero con una diferencia clave, que lo pone un paso más cerca de su objetivo, ya sabe que el otro si esta interesado en usted. En pocas palabras se trata de lo que las sabias abuelas llamaban el darse a desear.

El factor sorpresa

Ser original, es muy importante cuando de levantes se trata. En esos casos la originalidad debe enfocarse a que cada cita sea diferente y poco similar a lo que hace todo el mundo. Por eso no repita frases de cajón ni clichés eso lo hará ver ridículo, es mejor que sea sincero y que hable con sus propias palabras.

Aquí también debe tener en cuenta no caer en la obviedad, por ejemplo si se decide por una tradicional velada romántica enfóquese en ser especial a su manera, en mostrar sus talentos para la cocina pero no se mentalice a que todo terminará en sexo es mejor dejar que eso sea espontáneo; además si no ocurre nada y hay interés usted estará pagando la cuota inicial de una increíble noche de placer, pero todo a su tiempo.

Finalmente, tenga en cuenta que no existen formulas mágicas para levantar, de ser así los cuentos de hadas no estarían llenos de brujas insatisfechas y amargadas o princesas asesinadas o dormidas. Simplemente hay pequeños consejos que se pueden tener en cuenta para que su labor de conquistador no empiece desde cero. Pero recuerde el consejo más importante es ser usted mismo, es que a cada cosa que haga por levantarse al tipo a la tipa de sus sueños le ponga un poco de lo que usted es, un poco de eso que nadie más le podrá dar.

domingo, 28 de enero de 2007

Letras habladas

Las formas gaseosas, elevan las miradas, las seducen y las llevan en un recorrido milimétrico y minucioso por la madera pulida y brillantemente trabajada, de las vigas y las gradas. Con los ojos se logra sentir cada molécula, cada partícula integradora de los bloques de concreto que dan forma a aquel recinto.

Voces, labios, cuerpos y otras miradas se cruzan y se chocan en aquella carrera visual. Al terminar el recorrido: la ventana. Límite de nuestra ensoñación, de nuestro compartir hecho palabra, gesto y risa.

Palpadamente, hemos devorado el lugar, pese a los escasos cinco minutos que llevamos en el espacio. Pretendemos aislarnos del mundo por unos minutos, mitigar el frío con una taza de café caliente; y yo, calmar los visos de soledad que intentan alcanzarme y que a veces hasta respiran sobre mi espalda.

Un sorbo, que calienta mis labios, otro que inunda mis adentros de una calidez que es ambrosía para el cuerpo y paz para el espíritu. Una sonrisa, dos y hasta tres, palabras que van y vienen; y una calma que carga las baterías. Letras habladas que recorren la mente y la conciencia, que socavan y descubren la sensibilidad oculta bajo la piel.

Temas de lunes en un atardecer de sábado, bruma melancólica y aire de nostalgia; oídos con ganas de jazz y un cielo que se torna a blues, a colores de un frío que pretende ser roto con la música de nuestras palabras y de nuestros pasos; que deciden llevarnos a encontrar nuestra suerte por los caminos de la bohemia y la historia. La de él, la mía, la de los dos y la de millones de rostros que sin haber estado nunca allí, también forman parte de ello.

Reflexiones de lunes, que entrada la noche de sábado, le hacen frente y oposición a la rumba y al etílico sabor a tres esquinas de una noche de fin de semana por la capital. Letras habladas que como llegan se van, que te agarran y te sueltan pero que dejan en boca y oídos ganas de volverlas a oír y hablar.
Café y sexo

La rugosa y blanquecina textura del techo, se mantiene intacta, tanto como su mirada. Él mira hacia arriba con las manos sobre la cabeza y con ésta sobre el pecho de otro. En una posición cuasi horizontal trata de ubicar un punto exacto en medio de todos aquellos picos de montaña, hechos de cal y pintura que tanto le recuerdan los Alpes vistos al revés.

Su cuerpo envuelto entre cobijas de lana y algodón trata de no perder el calor obtenido minutos atrás con el desenfreno acostumbrado de todos los jueves. Sus dedos rozan la piel de su acompañante que ríe al verlo mirar el techo con la falsa concentración de un autista y al escuchar sus palabras llenas de una profundidad, que él llama poética al no tener un nombre más adecuado.

Entre caricias y palabras dejan pasar los minutos, al tiempo que se mueven y se tocan ya no con el calor de momentos atrás, sino con la tranquilidad del post orgasmo. Hablan de dar y de guardar, las reglas de un juego de aparente claridad, pero al fin y al cabo de azar. Dicen y dicen lanzando letras de un lado al otro como en una suerte de bombardeo, convirtiendo la cama en un tablero de batalla naval verbal. Se enfrentan y se escuchan con el respeto de caballeros renacentistas. Hablan de lo sacro y lo profano, pero sobre todo de lo humano, de aquello que los junta todos los jueves y sábados. Aquello que hace que sus teléfonos se crucen diariamente para decirse hola y saber que el otro aún respira al otro lado de la línea.

Hablan de cómo perciben ese acuerdo tácito de verse, atravesar la ciudad desde el norte hasta el centro internacional, sonreír, flirtear y hablar hasta llegar a la casa para compartir un café en leche muy claro con un Kent 5 o en su defecto 8 o incluso un Kool Ligth. Se interrogan sobre el por qué luego del humo y de la nicotina hecha gas, siempre se despojan de sus ropas y se dan a la piel.

Piensan, se preguntan y se responden a la vez que sus manos juegan sobre sus cuerpos aún desnudos y juntos. Pero la mirada penetrante de una Frida Khalo alojada en una de las paredes, los interrumpe, los saca de aquel juego en el que las máscaras afloran y la racionalidad es puesta en entredicho. El acompañante mira la hora y decide que es hora de partir a su casa y sobre todo a su cama.

Momento de iniciar con la maratónica labor de encontrar camisas y pantalones; medias y calzoncillos y por supuesto zapatos. Vestidos ya y frente a la puerta, una verdad queda dicha, dos sonrisas quedan dibujadas en sus rostro y un reto queda milimétricamente trazado: seguir conociéndose a través del cuerpo y de las palabras, jueves y sábados, días que de momento para ambos seguirán siendo de Café y sexo.


Des-concierto: acto para dos

Su voz entera penetra por los poros de él. Le pone escamas en la piel que se mueven catatónicamente de arriba hacia abajo. Las notas hechas onda y las palabras hecha chispa eléctrica y electrónica, parecen envolverlo, tanto como el humo narcótico y danzante del largo mentolado que se fuma.

Pipea una dos y hasta tres veces, transportándose por las fibras emotivas de aquella voz que lo cautiva y por la potencia de aquellos pulmones que parecen absorberlo en todos y cada uno de los respiros de aquella mujer. Sus luces de ver, van y vienen, todo es caótico, pero realmente es cuando apenas empieza a tener sentido, tener un orden. La mira, la observa, la disfruta, la recorre tácitamente con sus ojos sin que ella y su canto puedan siquiera percatarse.

Entre parpadeo y mirada, vuelve a aspirar, saborea el humo, lo expulsa y se lleva un sorbo de dry martíni a la garganta, tal vez en un intento desesperado por mitigar la sed que el tabaco produce al secarlo todo a su paso por su garganta. O por qué no?, por los nervios que la mujer del micrófono, le generan; por la ansiedad casi adolescente que circunda en todas las cavidades de su cuerpo. Desde que la escucho y desde que decidió que la empezaría a mirar.

El trago arrasa con la poca vida que el cigarro no se llevó a su paso. Moja cada fibra y cada cuerda vocal, cada mucosa y cada músculo. El río etílico que baja por sus adentros, marca un cambio en la escena. Es otra la canción; distinta la sensación, mayor la tensión, mayor el nerviosismo, menor la lejanía. Un paso, dos, un pie arriba y otro abajo; acción que se repite, máximo común divisor.

Matemática simple: ella baila; química de sentidos: el la mira. Reacción en cadena: ella se percata. Evento inesperado: el se levanta.

Ahora es otra la que mira, es otra voz la que despierta y otra la que cree empezar a apagarse. Es otro el que habla, no con sonidos, sí con los dedos y las caricias. Recorridos de piel que dejan de ser implícitos. La música sigue corriendo, su voz, la de ella, se cierra igual que sus ojos, los de él.

Ambos con lo suyo en escena, se entregan a un show que solo les compete a los dos. Un espectáculo en el que ellos se sienten únicos en el mundo pese a las decenas de ojos que no perdían detalle alguno. El siguió recorriendo los brazos de ella, abriendo sus ojos mientras ella se permitía ser recorrida, encendiendo su voz.

Entrega mutua sin tan solo rozar sus labios. Seres anónimos que vuelven a la vida. Dos miradas cruzadas, una luz que se apaga y un aplauso absoluto. El acto terminó, afirma el obnubilado y asustado dueño del cabaret. El público ríe y continúa bebiendo. Los actores no dejan de mirarse, ella suspira, rompe el hechizo y repite con sus píes la acción una hora antes hecha.

Él la sigue de cerca, ella sabe que él lo hace. Atrás la luz y el telón imaginario aquí la realidad que se cruza con su ensoñación, la de los dos. El la alcanza, ella le hace espacio. No importa el frío, ella camina erguida con el liguero y la poca ropa del show. Él, hace lo mismo, mientras recuerda su chaqueta colgada en la silla del bar.

Dos sombras que se pierden en la oscuridad del callejón, mientras mis ojos dejan de verlos, para cerrarse una vez más. Para cegarse como cuando termina cada noche el show en el cabaret.