Noches
Cargado al infinito por una angustia que me helaba los huesos, me quitaba el sueño y hasta las ganas de respirar. Así me sentía aquella noche del 2 de febrero de 2004. Una noche más si se puede decir, teniendo en cuenta que no era la primera de esas noches y pensando en el tiempo recorrido por esa infernal emoción en mi vida, en mi cuerpo, en mi alma y en mi soledad.
Entre las cuatro paredes de mi supuesto refugio, ya no podía tolerar en mi garganta los estragos hechos por la nicotina de tantas noches de desasosiego. Todo parecía transcurrir a mi alrededor en una permanente y tranquila calma; sin embargo, al caer la noche y con ella su manto de oscuridad y lejana luz galáctica, mi mente parecía nublarse, parecía quedarse ciega o al menos tuerta y mi razón empezaba a jugarme malas pasadas. Llevándome por un mundo de recuerdos e imágenes. Por un camino de molestias e intranquilidades. Transformando mi entorno natural de descanso, convirtiendo mi cama en la sede de mis pesadillas, sobresaltos y angustias.
Ante mis ojos, mitad despiertos y mitad dormidos me descubro convertido en navegante de una aventura no deseada por un mar de nervios, llanto, gritos e irracionalidad. Océano negro que me llevó a caminar por un bosque de interioridad e individualidad, por una vía cuyo único visitante conocido podría ser yo, además de mis propios demonios, que vigilan mi paso sigiloso y asustadizo por aquel lugar.
Me sentía como en Notre Dame de Paris, rodeado de gárgolas, de imágenes de maldad y temor.
Desprotegido, con la sensación de desamparo que sólo puede sentir aquel miserable que teme de sí mismo y de sus fantasmas interiores. Como aquel pobre de corazón, que no puede soportarse así mismo, como aquel pusilánime que no tolera su presencia en soledad, su carne sin roce de piel y su miseria sin tener a quien exhibirla.
Así me sentí esa noche, de la misma forma como me sentí las noches anteriores a esa y como muy seguramente me seguiré sintiendo hasta que se me redima de este hades de inestabilidad, perpetuo movimiento mental, paranoia, desesperación y despreciante psiquiatría, espacios negros de tiempo, a los que algunos llaman noches, simplemente noches.
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